Por Juan Pablo García Cisneros, Estudiante de Comunicación y cultura, UACM San Lorenzo Tezonco
Los impenetrables somos nosotros, jóvenes del nuevo milenio, una bola de ofuscados pero inquietos, una cera llena de ojos ciegos, de habilidades muertas, de creaciones pausadas. Con el paso del tiempo se ha agotado el mismo tiempo, con tempestades corrosivas llenas de dolor y crueldad hemos llenamos nuestras vidas fugaces.
Los inquebrantables somos nosotros, los que no nos causa daño “nada”, los fantasmas de las calles, de las escuelas, de los pasillos y salones de clase; somos los que no volteamos hacia atrás, los que NO aprendemos de la vida y sus enseñanzas. Los viejos –con perdón de los veteranos- nos han dejado problemas, problemas que indudablemente tenemos que reparar; pero con los impenetrables ¿cómo?, con esta bola de gente insensible, incapaz de ayudar, inmóvil, ¿cómo reparar el daño?. Nuestras vidas vacías están regadas por doquier, nuestra existencia se basa en canciones improvechosas, en costosas simulaciones que invaden el rito del lector, del crítico.
Este gran problema tiene un principio, nuestro contexto nos da la clave, fuimos, somos y ¿seremos? sometidos durante años…la verdad apunta hacia un desasosiego interminable, vivimos tiempos de desesperación, tiempos de insatisfacción (al parecer somos una nueva sociedad, una tan heterogénea que se encuentra dentro una multiciplidad de ideas, es así que mientras unos se satisfacen con ciertas cosas banales como el show televisivo, a otros nos llega el deseo de terminar con él y sus líderes) momentos de incertidumbre, ya no se sabe si cuidarnos de los ladrones o de los encargados del orden, ya no tenemos en que ni en quién confiar.
Somos los indestructibles, los que nada nos duele; nos engañan, nos patean, nos invaden con ideologías falsas y represivas; por cierto, hablando de ideologías, los aparatos ideológicos de estado han hecho el “mejor” de sus trabajos, la “mejor” acción en muchas décadas, ahora nos sentimos incapaces de volcarnos hacia la verdadera libertad (no la libertad de cambio y progreso, esa no existe, esa se quedo con los “ilustres” pensadores occidentales) a pesar de que fuimos hechos a costa de guerra y genocidio, somos ineptos a la hora de opinar, a la hora de votar, nos proponen elegir a nuestros gobernantes cada tres y cuatro años ¿y qué hacemos?, llenamos urnas de falsedad, de mentira. Octavio Paz en su maravillosa crítica del “Laberinto de la soledad” dice que nos dan permiso de gritar con todo nuestro fervor los “gloriosos” quinces de septiembre, quizá para que el resto del año permanezcamos callados.
Son los inquebrantables porque desde hoy, yo nunca más, son los insensibles porque desde ayer, apague la televisión… y ahí van siguiendo su camino, reflejándose con sus creencias llenas de fe, incrustándose en una religiosidad añeja, malgastada, maltrecha.
En vista de esta problemática se lanzan algunas interrogantes que pretenden no evaporase en el medio. ¿Qué más hace falta para desprendernos de este mundo quimérico?, ¿hasta donde se puede llegar con esta vida llena de injusticias?, ¿que se tiene que hacer para cruzar la brecha de la insensatez?, ¿Qué? La respuesta está en nosotros, no hay más.
Dedicado a la toda comunidad estudiantil de la Universidad Autónoma de la ciudad de México (UACM), a todos los planteles, a todos los espacios, a todos los rincones… no seamos uno más de los que se quedaron mudos ante la orquesta política, no seamos más lo que siempre quisieron que fuéramos; luchemos, pensemos y critiquemos, construyamos, organicemos y manifestémonos… solo así podremos reclamar lo que es nuestro…por una educación libre y critica…UACM.
NO A LA APATÍA
NO A LA MENTIRA
AUTONOMÍA…
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